jueves, 3 de junio de 2010

El verdugo

Muchas veces he tratado de luchar inútilmente contra el olvido, sobre todo de ese tipo especial de olvido que ocurre al despertar cuando he tenido un sueño memorable, por ejemplo, un sueño en extremo placentero o revelador, alguno que considere digno de almacenar para siempre en mi memoria y atesorarlo con la ridícula intención de regresar a a el a voluntad para contemplarlo como a una joya y exclamar "ahh que sueño tan maravilloso tuve aquélla noche y a pesar de los días y los años lo recuerdo con detalle!". Sin embargo, como un verdugo, el olvido espera, sin sobresalto alguno, sin prisa ni añoranza a que llegue el amanecer, su momento de actuar y sin miramientos ni pudor termina por hacer añicos lo que el sueño ha creado. Caen al suelo los pedazos del sueño roto, van a la fosa de los sueños rotos junto con los demás pedazos de otros sueños rotos, a formar una montaña piezas irreconocibles de rompecabezas combinados, unos en pequeñas formas curvas, unos con aristas filosas, otros con la consistencias irreconciliables. Mientras tanto el verdugo, duramente juzgado retorna a su inmutable quietud, a esperar con paciencia el siguiente amanecer.

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