jueves, 3 de junio de 2010

tres

Un concierto, mucha gente, una pausa, un pastel de mota, un mordisco. Delicioso, pero no deja ningún efecto, pero nunca probé un chocolate así, ¿pero no es ese el efecto?
Qué decepcionante efecto, viaja el paladar, no mis oídos. No tiene chiste la lengua, estropea el concierto. Me abstengo a otro bocado, no pienso reemplazar la música mientras sube al escenario la última banda.
Palomazo.
Jamás llegó tan indiferente el amanecer, mi novia y yo no tenemos ganas de hacer el amor. No tiene chiste si el amanecer amenaza por reemplazar el orgasmo. No somos precoces ni bipolares como el cielo.
Al primer segundo onírico las cosquillas llegaron acompañadas de músicos que cantan letras ridículas. La gente baila desnuda, moviendo esos cuerpos erosionados por el descuido cotidiano. Sus pies enlodados pisotean mi estómago. No tiene chiste querer causar dolor si sólo siento insoportables cosquillas. Y el eco mantiene fresca la risa.
Ríe el sueño, mi cuerpo ríe. Todo ríe.
Un golpe externo en mi pecho me despertó. Llevo seis horas tratando de dormir pero no paras de reír, es más fácil ignorar tus ronquidos, me dijo. Pinche pastel, me dije.
No hizo falta contener la risa, al cerrar los ojos olvidé cómo reír. Perturbado por perturbar el sueño de mi chica fui incapaz de reír, incapaz de dormir pero era capaz de verla dormir plácidamente, capaz de sentir paz. Tanta paz que el reposo resultó ser lo mismo que no me di cuenta que estaba dormido. La paz es malintencionada, deja desempleado al verdugo. No tiene chiste olvidar el olvido, todavía soy demasiado joven para despertar senil.

El verdugo

Muchas veces he tratado de luchar inútilmente contra el olvido, sobre todo de ese tipo especial de olvido que ocurre al despertar cuando he tenido un sueño memorable, por ejemplo, un sueño en extremo placentero o revelador, alguno que considere digno de almacenar para siempre en mi memoria y atesorarlo con la ridícula intención de regresar a a el a voluntad para contemplarlo como a una joya y exclamar "ahh que sueño tan maravilloso tuve aquélla noche y a pesar de los días y los años lo recuerdo con detalle!". Sin embargo, como un verdugo, el olvido espera, sin sobresalto alguno, sin prisa ni añoranza a que llegue el amanecer, su momento de actuar y sin miramientos ni pudor termina por hacer añicos lo que el sueño ha creado. Caen al suelo los pedazos del sueño roto, van a la fosa de los sueños rotos junto con los demás pedazos de otros sueños rotos, a formar una montaña piezas irreconocibles de rompecabezas combinados, unos en pequeñas formas curvas, unos con aristas filosas, otros con la consistencias irreconciliables. Mientras tanto el verdugo, duramente juzgado retorna a su inmutable quietud, a esperar con paciencia el siguiente amanecer.

Contribuyentes

Seguidores